miércoles, 30 de septiembre de 2009

LA CASA DE LA BUENA VIDA.ARTÍCULO DE LA REVISTA EL OBSERVADOR

‘Algo se mueve en La Palmilla’, primera entrega: ‘La casa de la buena vida’, el último refugio de desamparados, yonquis y enfermos del alma

EL OBSERVADOR comienza un viaje por los barrios de Málaga en una casa de acogida en la que los marginados sociales construyen algo parecido a una utopía

casa_buena_vida25/09/09. Sociedad. Más allá de La Palmilla, en lo alto de uno de los cerros que rodean al barrio más conflictivo y marginal de Málaga, allá donde la autovía delimita los contornos de la ciudad, se puede ver ‘la casa de la buena vida’, donde acuden aquellos para los que la sociedad no tiene sitio. Los inadaptados, los adictos, los que se abandonan en las esquinas dejando que les llegue la muerte, los desamparados, los enfermos del alma… conviven y se consuelan, y construyen, en una extraña y casi irreal armonía, algo parecido a una utopía que les permita regresar a lo que comúnmente llamamos ‘vida normal’. EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com comienza un viaje por los barrios de Málaga y lo hace en el extrarradio más olvidado y desconocido de La Palmilla, con la primera entrega de varias sobre esta zona que casi todos los malagueños conocen… de oídas.

LA Palmilla. El barrio más peligroso de Málaga, el más complicado, el de peor fama, el más problemático, es el hogar de 30.000 almas sobre las que pesa el estigma de vivir en el lugar que el resto de la ciudad evita. Para conocer la barriada basta con observar a primera hora de la mañana como por el puente del río Guadalmedina de la avenida Valle Inclán salen a diario la inmensa mayoría de los palmilleros a trabajar. Es un barrio de currantes como tantos otros de España. Pero después de que unos salen, otros entran. En los huesos, desaliñados, nerviosos, una procesión de toxicómanos acude con la misma religiosidad de los trabajadores al mayor mercado de droga de la ciudad.casa_buena_vida4

NO hace mucho la venta de droga en Málaga se repartía entre El Bulto, San Andrés, García Grana, la explanada de la Trinidad… y, por supuesto, La Palmilla. Por la acción policial, por presión social o por mero desarrollo urbanístico, la progresiva desaparición y mitigación de otros puntos de venta, ha concentrado en La Palmilla el mercado de estupefacientes. Aquí llega, aquí se corta y desde aquí se distribuye y suministra el grueso de la heroína, cocaína, hachís, ácidos, éxtasis, lsd, mescalina y demás substancias prohibidas que se consumen en Málaga capital. No es ningún secreto, la cosa es así desde hace años.

LA consecuencia directa que ha tenido para sus habitantes es que en ningún otro lugar de la ciudad los efectos perversos de la droga se han dejado notar más. La Palmilla concentra el mayor índice de drogodependientes y los mayores niveles de marginalidad de Málaga. A quien llega de fuera le dicen que allí no entre. La mayor parte de los malagueños jamás ha pisado el barrio, de la misma manera que un elevado porcentaje de palmilleros no han salido de las calles que les vieron nacer.

MISERIA,
abandono, falta de infraestructuras, escasa organización vecinal, suciedad, delincuencia, inseguridad dibujan un panorama desolador en este universo cerrado. Además, en los últimos años varias oleadas migratorias de subsaharianos, ciudadanos del Este y del Magreb han llegado al barrio y lo han hecho para quedarse. Hay multiculturalidad, sí, y convivencia pacífica, pero también tensiones, roces y problemas culturales que se unen a los problemas estructurales existentes, y en conjunto caldean un cocktail, que algunos temen que explote en cualquier momento.


SIN embargo, algo se mueve en La Palmilla. Algo está cambiando.

LOS vecinos hacen rondas para llevar a los niños desasistidos al colegio, las estadísticas de asistencia a clase han mejorado considerablemente. En bloques inhabitables como el de calle Gabriel 27 han sido los propios palmilleros los que se han encargado de retirar toneladas de basura. Niños negros, blancos, latinos, caucásicos y gitanos acuden cada tarde a aprender boxeo al Centro Social 26 de febrero. Hay una nueva radio comunitaria. Alumnos de arquitectura trabajan en aportar soluciones técnicas y nuevos espacios participativos. Estos son sólo unas, no todas, de las señales que indican que antes que nadie son los vecinos de La Palmilla los que están luchando por su futuro.

EN el epicentro de este movimiento regenerador está la figura de un gitano. Calvo, con abultada casa_buena_vida1barba, fibroso, sobradamente tatuado, Jesús Rodríguez Arribas, al que todo el mundo conoce, y conoce como el ‘Chule’ está empeñado en acabar con tanta miseria, fatiga y dolores. ‘Chule’ sabe lo que se hace. Consumió, traficó, pagó su pena en la cárcel. Dos de sus hermanos murieron por la droga. Y está harto, tan cambiado de lo que fue, que ahora es él el ejemplo, la autoridad moral y para muchos, el que marca el camino. En este artículo no cabe todo lo que hace (quien quiera saber más http://gitanospalmapalmilla.blogspot.com), pero sí que cabe la que quizás sea su iniciativa más desconocida, ‘la casa de la buena vida’, donde acudió EL OBSERVADOR de la mano de Chule y de uno de sus principales valedores, el concejal de IU Antonio Serrano.

EXISTEN centros de desintoxicación, los hay públicos y los hay privados, existen dispensarios de metadona, existen hospitales psiquiátricos, cárceles, y también hay rincones inmundos donde sólo habita el dolor, y para quien ha pasado por todos o por algunos de estos lugares, en Málaga existe ‘la casa de la buena vida’.

ES un viejo caserón, olvidado, deshabitado y en ruinas hasta hace aproximadamente dos años. Está en lo alto de una loma, casi pegado a la ronda y para llegar hasta allí hay que atravesar el barrio, siguiendo el cauce seco de un arroyo hasta que dos palmeras separadas por dos vallas de obra anuncian, en un desvencijado pedazo de madera, que se ha llegado a la ‘casa de la Buena Vida Antonio Paneque’.

ES difícil definir lo que no tiene igual. No hablamos de una casa okupada, el alquiler es bajo,casa_buena_vida2 pero se paga. La entrada es libre, como lo es la salida y no hay más requisitos para entrar que no saber ya donde acudir. Sus moradores no son siempre los mismos. Sus historias son diferentes, pero tienen en común “la enfermedad del alma” como dice el Chule. Llegan sin nada, en las últimas, enganchados, alcohólicos, desesperados. A algunos los recogen en la calle, otros llegan por su propio pie. Hace un par de semanas eran veinte varones y cuatro mujeres, separados en diferentes dormitorios. No se sabe cuántos han pasado por aquí, pero sí que han sido más de 600. Es el último refugio.

Y todo está a medio hacer. El baño es una caseta de plástico, de esas donde en verano se venden helados. Un chambao con redes de pesca guarda gallinas, patos y conejos. También hay algo similar a una pocilga con un par de pequeños lechones, jaulas con jilgueros e incluso una pequeña fuente. Y un burro, con su propio y semiderruido establo. La extensión y forma del pavimento varía conforme van llegando nuevas losas. Las paredes se enfoscan y repellan en un continuo tapar los agujeros. En el interior se apilan cajas de tomates, patatas y limones de esos que no caben en los supermercados y que antes de arrojarlos a la basura recalan en los bancos de alimentos. Un tendedero y una lavadora que no funciona, dormitorios, separados por sexos, en los que se apilan literas, una sala de estar presidida por un gran crucifijo pintado sobre la pared, cables que cuelgan de las paredes, en conjunto, una digna precariedad.

¿CÓMO es posible la convivencia entre los marginados sociales? Sus moradores lo explican. Hay un principio de autoridad y una presión de grupo. No hay peleas porque la fuerza del grupo lo evita. Así de sencillo, así de difícil. Pero claro que hay tensiones. Una aparece regularmente por la mañana, la llamada de la metadona, “la droga del Gobierno” a cuyo dispendio acuden varios de ellos, también en grupo.
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TODOS hacen algo. Un cocinero titulado se ocupa de que engorden los que ya se habían olvidado de comer. Uno va al banco de alimentos, varios hacen trabajos de albañilería, otro acompaña a otro al médico, otro barre, otro friega, otro desatasca el desagüe, otro da de comer a los animales. Se percibe sentido de organización, cierta disciplina y actitud. “¿Yo qué hago?” fue una pregunta escuchada en dos ocasiones.

PERO no es un centro de trabajo, “aquí se viene a descansar”, lo cual no significa quedarse quieto. Hay quien sube y baja el cerro corriendo cuando le llega el ‘mono’. Se realizan terapias de deporte “que es vida” con dos máquinas de pesas que se rompen de lo viejas que están. Se realizan terapias de sueño. A quien le ataca el insomnio y no hay manera de tranquilizarle se le abraza hasta que se sienta protegido y se calme. Hay también hora de los abrazos y hora de lectura de la Biblia. La Fé, con mayúsculas, Jesucristo y Dios nuestro Señor, aparecen continuamente en boca de Chule, que actúa casi como un misionero. Tal como a él le ha ayudado creer en Dios, quiere que la misma fuerza y esperanza lleguen a los que lo necesitan.

¿QUÉ hace falta? Lo que quieren su moradores son maestros, gente que les enseñe a ser útiles, que les ayuden a poner en marcha un huerto, a trabajar con sus manos haciendo baratijas, carpintería, mecánica. En cuanto cosas, en resumen, hace falta de todo lo que necesita una casa.

LAS administraciones dejan hacer tanto como desatienden la ‘casa de la buena vida’. La luz, como el agua, está ‘enganchada’, la alegalidad o irregularidad del emplazamiento es lo que menos importa. Aquí no hay mediadores sociales, subvenciones regladas o intermediarios municipales. Aquí lo que hay es un lugar donde pararse y contemplar desde lo alto el barrio. En paz. Quizás sea esa perspectiva que proporciona la altura, quizás sea porque aquí no hay registros ni papeles, porque nadie pide cuentas de pecados, porque el propósito de todo no es más que ofrecer reposo a quien de verdad lo necesita, sin más pretensiones, lo que hace a este lugar en algo, diferente, único y digno de admiración.

4 comentarios:

angelita dijo...

La "Casa de la buena vida" no es solo una idea magnifica sino una realidad concreta e inovadora que abre la puerta a un futuro de dignidad.

Anónimo dijo...

Bien por la Casa de la Buena Vida, y bien por el texto. La conozco, y el texto la muestra.

Anónimo dijo...

desearia estar alli para colaborar con ese gran hermano jesus .Es una mision bien hermoza,

Paco Diaz dijo...

Posiblemente cuando veas quien vive en la Casa de la Buena Vida, te sorprendas un poco; pero cuando veas donde está enclavada la casa y la labor que realizan, podras comprender en realidad que es necesario que existan personas capaces de llevar una labor asi.- Adelante Jesus "Chule " y Antonio Villa.- Paco Diaz