EL GRAN SAQUEO
Joaquín Estefanía .EL PAÍS 03/04/2011
En 2005 se estrenó el documental Enron, los tipos que estafaron a América. Se analizaba el gigantesco fraude que había supuesto la que hasta un lustro antes fue la mayor suspensión de pagos de la historia de EE UU, la de la empresa energética Enron, de extraordinarias vinculaciones con la familia Bush. Esa estafa fue, como supimos más adelante, un ensayo general con todo de la mayor crisis económica desde la Gran Depresión.
En Enron, los tipos... estaban casi todos los elementos de lo que poco después llegó al paroxismo: el engaño continuo, la avaricia desmedida, la contabilidad creativa como un fraude, las actividades fuera de balance, los conflictos de intereses de los bancos de negocios y empresas auditoras que actuaban a la vez como juez y parte, la ineficiencia (en el mejor de los casos) o la complicidad con la mentira (en el peor) de las agencias de calificación de riesgos, los bonus desaforados a directivos que en lo único que pensaban era en la "creación de valor" (subir la cotización en la Bolsa) sin importarles la calidad de los servicios que debían proporcionar, las continuas pasarelas entre el poder económico y el poder político, etcétera.
Un sexenio más tarde acaba de estrenarse otro documental complementario del anterior: Inside job, que desarrolla la Gran Recesión actual. Esta vez, Inside job -que está todavía en algunos cines, aunque haya que buscarla con un candil dada la insuficiencia de copias- obtuvo el Oscar al mejor documental en la última edición. Con el mismo formato cartesiano de Enron... abunda, con un estilo muy pedagógico, en lo que nos ha ocurrido desde el verano de 2007. Y lo hace desde el interior del capitalismo, desde el corazón del sistema. El resultado es pornográfico. Desde los orígenes de la crisis en la desregulación propiciada por Reagan y Thatcher (que profundizó el demócrata Clinton) hasta los planes de rectificación de Obama, protagonizados en muchos casos por los mismos que antes defendieron y practicaron lo contrario. Hay momentos irrisorios en los que parece que el único responsable de todo fue Greenspan, el anterior presidente de la Reserva Federal.
Idéntico papel, multiplicado por mil, de los lobbys desreguladores, bancos de negocios, analistas corruptos, agencias de calificación, organismos reguladores demediados en sus efectivos y descreídos de su función, productos derivados opacos e inentendibles, calificados ahora como "armas de destrucción masiva", etcétera. Si hubiera que destacar algunas novedades, se podían describir dos: apenas nadie ha pagado por sus desmanes y abusos con la cárcel y se ha salvado, con el dinero de los ciudadanos, tanto a los bancos como a los banqueros. Y segundo, el conflicto de intereses se ha desparramado a la acción de muchos economistas que, figurando en sus tarjetas como expertos académicos independientes, estaban trabajando al mismo tiempo -sin desvelarlo- para los depredadores.
Sin ser revolucionaria, ni en el contenido ni en la forma cinematográfica, Inside job es imprescindible. No permitan que pase desapercibida.
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