REPORTAJE:
STEPHEN HAWKING
Sin límites
LUIS M. ARIZA .El País. 22/01/2012
Acaba de cumplir 70. Contra todo
pronóstico, porque la esclerosis que sufre desde los años sesenta da muy poco
tiempo de vida. Pero él va derribando barreras, y su mente llega a la frontera
entre lo conocido y lo desconocido. Se ha convertido en una estrella magnética
e iconoclasta.
En el verano
de 1964, tras una conferencia del famoso astrónomo Fred Hoyle, un joven delgado
y de aspecto débil se levantó sobre su bastón y dijo, ante el asombro general,
que estaba equivocado. Hoyle trataba de encajar la relatividad general de
Einstein con su modelo de un universo sin principio, igual ahora que en el
pasado, y se quedó estupefacto. ¿Cómo podía juzgar aquel joven si los
resultados eran o no correctos? "Lo he calculado", fue su respuesta.
El famoso astrónomo montó en cólera. Aquel joven desafiante se llamaba Stephen
Hawking y quiso investigar con Hoyle cuando llegó a Cambridge como estudiante
graduado dos años atrás. No hacía mucho le habían diagnosticado esclerosis
lateral amiotrófica (ELA), una enfermedad que no tiene cura y que suele matar
en un par de años. Los destinos de ambos fueron contrapuestos. Hoyle fallecería
en agosto de 2001, tras un tiempo en el que se le tacharía -de forma injusta-
como un renegado científico por no admitir que el universo sí tuvo un
principio. Pero, contra todo pronóstico, Hawking cumplió su septuagésimo
cumpleaños el pasado 8 de enero. Se ha convertido en el científico más popular
en el campo de la física después de Albert Einstein, que murió en 1955, cuando
Hawking era un muchacho de 13 años.
Su cuerpo puede mover solo dos músculos.
Su mente viaja en el tiempo y el espacio sin ataduras
"Él quiere que todo el mundo
entienda su ciencia, compartir la aventura que significa para él"
"En la universidad era un vago, un
valedor del mínimo esfuerzo que falseaba los experimentos"
A los 21 años se le diagnosticó una
esclerosis. Pronóstico: morir asfixiado en dos o tres años
Su primera mujer era muy religiosa;
sacaba de su fe fuerzas para vivir "al borde del abismo"
Con su separación matrimonial confirmó que
es un destructor de símbolos más que un santo
La escritora
Kitty Ferguson, en su libro Stephen Hawking. Su vida y obra (Crítica),
se ha acercado para alumbrar un poco el misterio que rodea a Hawking. ¿Cuál es
la verdadera razón de su popularidad? Hawking es el director del departamento
de matemáticas aplicadas y física teórica de la prestigiosa Universidad de
Cambridge, algunas de cuyas aulas antiguas conservaban hasta hace no mucho
enormes pizarras que se izaban mediante poleas. La conferencia que Hawking
impartió aquí como nuevo profesor lucasiano de matemáticas en 1980, cuando le
fue otorgada la cátedra que ocupó el mismísimo Isaac Newton, mostró que no era
como los demás. A sus 38 años, ya no podía caminar, ni escribir, ni comer por
sí mismo, ni tan siquiera levantar la cabeza. Su habla estaba muy deteriorada,
y uno de sus estudiantes impartía la charla por él. A la audiencia no le
importó, atenta ante cualquier cosa que pueda decir este hombre atrapado en su
silla de ruedas. Su magnetismo ha ido a más. ¿Por qué? Ferguson nos responde al
otro lado del teléfono, desde Cambridge, el mismo día de la onomástica de
Hawking, un domingo que reunió a una pléyade de físicos y cosmólogos de todo el
mundo, una fiesta científica a la que ella estaba invitada. "Él quiere que
todo el mundo entienda su ciencia, compartir con nosotros toda la aventura que
significa para él, lo divertido que le resulta".
Hawking
exhibe un gran sentido del
humor. Su enfermedad no existe para él, y no quiere que la gente a su alrededor
piense en ello. Proyecta en la memoria de la gente ordinaria la paradoja de
alguien con una mente prodigiosa que sigue con su cerebro intacto y a salvo de
una enfermedad devastadora, atrapado en un cuerpo que se deteriora cada vez
más. Y sin embargo, su mente se pregunta por el origen del cosmos y su destino,
sobre si los agujeros negros explotan o no, o si seremos visitados por
extraterrestres del futuro. ¿Qué sentido tiene este universo, qué hubo antes?
¿Queda o no lugar para Dios? El público ve a un ser débil y frágil, que ahora
solo puede mover dos músculos de su cuerpo, pero que viaja sin ataduras a
lugares donde nadie ha llegado jamás, en el espacio y en el tiempo. Y queda
fascinado. "Investiga en el límite de la frontera entre lo conocido y lo
desconocido, más allá de las murallas de fuego del mundo", explica
Ferguson, en referencia a una frase del físico John Wheeler (tomada en realidad
de una cita del filósofo Lucrecio).
En su último
libro, El gran diseño (Crítica) -conjuntamente con el físico
Leonard Mlodinov-, Hawking habla sobre la posibilidad de que existan gran
cantidad de universos donde quizá todo esté determinado. Muy pocos albergarían
vida inteligente. Quizá no hubo un principio. El propio Hawking, en una de
estas realidades alternativas, podría haber seguido un derrotero bien distinto.
De no haber sufrido la enfermedad, ¿habría alcanzado la excelencia científica y
la popularidad de la que goza? Su exmujer, Jane Hawking, comentó en una ocasión
que, sin ayuda, dinero y éxito, habría consumido sus días como un oscuro físico
teórico en una silla de ruedas, ignorado, en una anodina residencia,
"lejos de su casa y su familia, mudo, aislado y desaprovechado".
Si se bucea
en su adolescencia en
Oxford, donde nació, se descubre que el joven Hawking de 12 años no era un niño
superdotado. Le costaba aprender y su caligrafía desesperaba a los profesores.
Su casa en St. Albans, grande y oscura, estaba repleta de libros, de música de
ópera y de agujeros por los que se colaba el frío. El joven Hawking solía caer
enfermo, no destacaba en deportes y no pudo presentarse a un examen de acceso
para obtener una beca por culpa de una gripe, lo que le cerró las puertas para
estudiar en Westminster. Fue a los 15 años cuando aprendió que el universo se
expandía. En sus propias palabras, "estaba seguro de que debía haber algún
error". "Un universo estático parecía más natural", escribe
Ferguson. De expandirse indefinidamente, el universo se quedaría vacío. Un
pensamiento perturbador.
La etapa
universitaria dibuja a un Hawking de pelo largo más bien vago, valedor del
mínimo esfuerzo -dedicó una hora diaria de estudio durante toda su carrera-,
que falseaba partes de los experimentos. Fue entonces cuando destacó por su
inteligencia. El último año se decantó por la cosmología. Quería estudiar con
Fred Hoyle, que estaba en la Universidad de Cambridge, y sacó las
calificaciones necesarias. Pero su vida estuvo a punto de pararse.
"Parecía que me volvía más torpe, y me caí una o dos veces sin razón
aparente". A veces perdía la memoria a corto y a largo plazo, no se ataba
bien los zapatos, y se trababa al hablar, relata Ferguson. Las pruebas médicas
soltaron la bomba. A sus 21 años, Hawking había contraído una esclerosis
incurable que destruye las neuronas que controlan el movimiento voluntario de
los músculos -salvo la excreción y la función sexual-. Probablemente moriría
asfixiado, sin controlar su respiración, quizá en dos o tres años.
La muerte no
se presentó en el plazo esperado. El avance de la enfermedad se hizo más lento,
pero transformó a Hawking al principio en un joven meditabundo y depresivo. La
relación romántica que estableció con Jane, una antigua amiga del colegio, se
transformó en matrimonio poco después. Fue un bálsamo milagroso. El mal no era
hereditario (Hawking tiene tres hijos) y su mente quedaría intacta: podía ser
cosmólogo, lo que más deseaba. En los años que vendrían emergió un nuevo
Hawking que hizo frente a los desafíos. Se atragantaba con la comida con más
frecuencia. Cuando nació su primera hija, en 1967, prácticamente no podía
escribir a mano por el agarrotamiento de los dedos. Podía moverse con muletas,
pero le llevaba 15 minutos subir por las escaleras hasta la cama sin ayuda. En
la década de los sesenta, en vez de lamentarse, su carácter se endureció.
"Hawking asegura que su testarudez es su mejor cualidad, ya que, de no ser
así, no podría haber afrontado su enfermedad", explica Leonard Mlodinov,
que trabaja con él desde hace 10 años, a El País Semanal. Y se ríe.
"De todas formas, si eres físico, tienes que ser muy testarudo para acabar
tu trabajo". Hawking relegó su invalidez en algún rincón de su mente. Los
más cercanos a él lo perciben así.
Entre sus
mejores amigos se encuentra
el cosmólogo californiano Kip Thorne, al que conoció en 1965 en una conferencia
en Londres. Hawking ha compartido con él sus sombrías predicciones de futuro a
lo largo de los años. El propio Thorne estuvo el día de su cumpleaños, y
escribió para El País Semanal algunas de sus impresiones en un
correo electrónico antes de partir para Cambridge. "Cuando Stephen perdió
el uso de sus manos, y por tanto, la capacidad para manipular y escribir
ecuaciones en un papel, lo compensó entrenándose a sí mismo para manipular
formas de objetos complejos y topologías en su mente a una velocidad muy
alta". Ese entrenamiento ha proporcionado a Hawking una habilidad que no
tiene ningún otro físico teórico para encontrar las soluciones a problemas
físicos muy complejos. "Probablemente no los habría resuelto de no ser por
esta habilidad que adquirió". Por increíble que parezca, transformó su
condición en una ventaja.
Pero su éxito
no es en solitario. Hay una lista larga de nombres insignes que se han
movilizado para ayudarle en momentos puntuales y críticos de su vida: Dennis
Sciama, el astrónomo Martin Rees, el Nobel Murray Gell-Mann, el propio
Thorne... Es la historia de un físico genial que pierde el control de su
cuerpo; que necesita pagar a las enfermeras para vivir en su casa y no
recluirse en un deprimente hospital; que progresa brillantemente en su carrera,
publicando hallazgos espectaculares como que los agujeros negros "no son
tan negros" ya que dejan escapar radiación -la radiación Hawking- o que
pueden... ¡explotar! La biografía de Hawking está salpicada de premios, como el
Albert Einstein, la medalla Hughes de la Royal Society o la medalla de la
Libertad concedida por el presidente Obama.
Pero en toda
esta ecuación, el término más ignorado por el público -y seguramente el más
importante- resultó ser el apoyo incansable de Jane Hawking, su mujer. Stephen
era como un agujero negro, el centro de atención que se tragaba todo a su
alrededor, incluida su esposa. En las fotos que le sacaban, a veces la
recortaban pensando que ella era una enfermera que empujaba la silla. Hawking
no habría logrado convertirse en lo que es, superar el diagnóstico de su
enfermedad, progresar en su carrera, de no ser por el optimismo, el coraje y la
fe de Jane Hawking, dice Ferguson. Ella es la heroína en la sombra. "Hoy
todo el mundo de la física ha venido a Cambridge para celebrar el cumpleaños,
tienes que verlo, es increíble. Y cuando hablas con ellos, que le han conocido
desde que Hawking era un estudiante graduado y ellos eran también estudiantes,
se quedan impresionados con todo lo que hizo Jane Hawking, todo el calor y amor
que se podía palpar".
A la ecuación
de la vida de Hawking hay que añadir, por tanto, la de su mujer, un factor
indispensable. Jane era una persona profundamente religiosa, de cuya fe sacaba
fuerzas para describir muy gráficamente una vida que ambos "vivían al
borde del abismo". Dada la enfermedad de Stephen, la pareja no podía hacer
planes ni pensar a largo plazo. Pero Hawking no compartía la fe de su esposa.
No creía en un Dios personal. Y en los años siguientes se manifestaría como un
científico más próximo al ateísmo, donde la ciencia estaba arrinconando cada
vez más a Dios. En un matrimonio famoso por su hospitalidad, era Jane quien iba
a comprar comida para fiestas de 60 personas. Toda esta labor no reconocida,
señala Ferguson, pasó inadvertida a los medios; al igual que el hecho de que
Jane estableció por entonces una relación romántica discreta con un joven,
Jonathan Jones -su actual marido-, que se ofreció para ayudar a la familia.
El año más
crítico fue 1985. En un
viaje a Ginebra, Hawking contrajo una neumonía y estuvo a punto de morir.
Estaba involucrado en la finalización de un manuscrito,Historia del tiempo,
que sus editores querían convertir en un "best seller de
aeropuerto". Cuando Jane acudió al hospital, comprobó con horror que su
marido estaba conectado a una máquina de respiración artificial, casi en coma.
Los médicos le dieron la posibilidad de desconectarle o hacerle una
traqueotomía. Pero jamás volvería a hablar. Hasta ese momento, Hawking se
comunicaba a duras penas con sus ayudantes. Sin voz, ¿cómo iba a proseguir su
carrera? Jane optó por la intervención. Más tarde, ella lo recordaría así:
"No sabíamos cómo íbamos a ser capaces de sobrevivir. Fue mi decisión,
pero a veces he pensado: '¿Qué he hecho? ¿Qué tipo de vida le he dejado?".
Hawking iba a necesitar la ayuda de enfermeras durante las 24 horas. Ya no
respiraba por la nariz o la boca, sino por una abertura practicada en la
garganta por la que se deslizaba un tubo que había que limpiar con regularidad
para que las secreciones no le encharcaran los pulmones. El coste de la
asistencia resultaría astronómico.
Pero el mundo
científico volvió a movilizarse. Kip Thorne realizó gestiones para que la Fundación
MacArthur -de cuya directiva formaba parte Murray Gell-Mann- le concediese una
ayuda temporal, que luego se extendería. Y Walt Woltosz, un informático de
California, les hizo llegar un programa informático, Equalizer, pensado para
que los discapacitados con una mínima movilidad pudieran seleccionar las
palabras que iban apareciendo en una pantalla de ordenador para construir
frases y expresiones que luego eran recreadas por un sintetizador de voz. Con
la práctica, Hawking llegó a producir hasta 15 palabras por minuto. Algunas son
frases hechas. Se rumorea que en su ordenador también tiene un archivo con
insultos. Retomó la escritura de su libro.Historia del tiempo vendió
en 1990 más de ocho millones de ejemplares en todo el mundo y le convirtió en
una estrella mediática. Hawking considera malicioso el rumor por el que se dice
que si alguien le molesta, suele pillarle los pies con las ruedas de su silla.
"Pisaré con la silla a cualquiera que lo repita". Le encanta lanzarse
con ella por los terraplenes de San Francisco, o bailar en las fiestas.
Hawking, dice Mlodinov, despierta la admiración de la gente, es una fuente de
inspiración para las personas que tengan dificultades y vean lo que él ha
logrado, y aguanta estoicamente que le paren por la calle para hacerse una
foto. En El gran diseño, Hawking nos advierte que si somos
visitados por extraterrestres, lo más probable es que estos sean poco
amigables. Los alienígenas serían tan avanzados que nosotros nos quedaríamos en
meros animales. "Nos tratarían de la misma manera que nosotros nos comportaríamos
si exploramos algún día un planeta y encontramos formas primitivas de
vida", según Mlodinov.
A pesar del
éxito de Historia del tiempo, hubo alguna crítica sobre el uso
comercial de su imagen, en referencia a la fotografía de la contraportada que
mostraba a Hawking en su silla de ruedas. Hubo quien aseguró que Hawking
explotaba su nefasto estado de salud y utilizaba la silla de ruedas para
conseguir fama y dinero. Un colega no identificado en el libro de Ferguson
indicó literalmente que "en una lista de los 12 mejores físicos teóricos
del siglo XX, Steve no entraría ni de lejos".
Pero quizá lo
que el mundo no esperaba de un matrimonio de 25 años, un modelo perfecto de
inspiración para los discapacitados, fue el anuncio de Hawking de que se
separaba de su esposa para casarse con Elaine, una de sus enfermeras. Ocurrió
en la primavera de 1990. "Me quedé de piedra. No tenía ni una sola idea
que sugiriera que la ruptura iba a ocurrir. Probablemente los teníamos
idealizados a los dos", explica Ferguson. Ella conoce a Hawking desde hace
22 años y asegura que, estando a su lado, es imposible saber en qué piensa o
qué le irrita. No tiene lenguaje corporal -excepto la expresión facial- y,
aunque se comunica con el mundo mediante su ordenador, la voz de Hawking es
artificial, recreada sintéticamente, sin modulación y emociones. "Eso
establece una distancia cuando hablas con él, que utiliza para proteger su
privacidad. Solo dice lo que quiere y nada más". Incluso cuando Hawking
conservaba un hilo de voz, ya era muy difícil "leer entre líneas". En
retrospectiva, la opinión pública se volvió al principio en su contra por haber
abandonado a la mujer que lo había apoyado. Hubo que esperar a las memorias
publicadas de Jane Hawking para aclarar el panorama. El matrimonio perfecto
había pasado apuros. La relación de Jane con Jonathan solo era conocida por los
íntimos de Hawking.
Nunca un
científico proyectó
tanta humanidad y coraje en su lucha contra la adversidad. Pero la ruptura de
su matrimonio por otra mujer mostró que Hawking también era humano en un
sentido que pocos habían querido ver. Como que la gente con discapacidad tiene
deseos sexuales, una idea que resulta incómoda para la mentalidad general -y
especialmente para una sociedad británica más rígida-. Él ha comentado aNew
Scientist, con su habitual ironía, que "piensa en las mujeres la
mayor parte del tiempo". Ferguson explica estas razones. "Todos
esperamos que la vida de los discapacitados sea muy diferente a la nuestra. Si
algo me ha enseñado Hawking es a pensar que las personas discapacitadas no son
distintas". En un artículo de opinión del diario The Independent cinco
años después de la separación matrimonial, se sugería que Hawking, lejos de ser
un santo, era uno de los grandes iconoclastas de nuestro tiempo, un destructor
de símbolos, alguien a contracorriente. Lo cierto es que ha superado todas las
expectativas. Cuando le preguntaron a qué punto de su vida iría si pudiera
retroceder -Hawking cree que el viaje al pasado no es posible-, respondió que
elegiría el día en el que nació su primera hija, Lucy. Para quienes le conocen
bien, como Kip Thorne, solo cabe el elogio. "Stephen disfruta al máximo de
la vida, saca lo mejor de ella", nos dice este cosmólogo, en referencia a
las aventuras que Hawking ha experimentado, como viajar a la Antártida o sentir
la gravedad cero en un avión de la NASA. "Pero por encima de eso está el
amor que profesa a su familia y a la física. Él es una inspiración".
La biografía 'Stephen Hawking. Su vida y
obra' (editorial Crítica) sale a la venta en España a comienzos de marzo.
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