jueves, 19 de abril de 2012

EL GILISMO Y LA HOSPITALIDAD COSTASOLEÑA CON LA CORRUPCIÓN

EL GILISMO Y LA HOSPITALIDAD COSTASOLEÑA CON LA CORRUPCIÓN

Artículo. Revista El Observador
Antonio Villanueva Martín

Un buen día a los viajeros les empezó a gustar eso de estar morenitos. Cambiaron Santander, Donosti o Biarritz por la solanera mediterránea.
La costa malagueña volvió a ubicarse en el mapa tras décadas de decadencia por el derrumbe de su industria decimonónica y el descenso de su producción agrícola.
El turismo es un gran invento. Los cambios de hábitos de los turistas junto a la democratización de los medios de transporte provocaron una riqueza que frenó el chorreo de emigrantes. Una riqueza basada en la voluntad humana y en algo tan ajeno a ella como el microclima. No supimos dotarnos de controles y apareció, exuberante, la corrupción.
Una peculiaridad que caracteriza nuestra corrupción política es su procedencia.
Jesús Gil de Burgo de Osma en Soria, el Pantojo de un pueblo de Ávila, La García Marcos y el Román de Salamanca, Roca de Cartagena, el Sandokán de Córdoba...
La corrupción costasoleña es cualquier cosa menos costasoleña.
Nuestro papel fue otro. El de consentidores.
Unos porque consideraban que Marbella no es Andalucía.
Otros por un sentido de la hospitalidad malentendido.
Los más, simplemente porque les gustaban estos impresentables revestidos de Robin Hood con chancletas. Votaban a un sátrapa sabiendo que era un sátrapa.
Las dos frases más escuchadas en boca de un marbellero allá por el año 1991 eran:
1) Jesús Gil roba pero los que había antes también robaban y no hacían nada por la ciudad.
2) Y Jesús Gil ha limpiado de macarras Marbella.
La imagen que se tiene de un macarra, es un tipo con la camisa impúdicamente desabrochada, dándole mamporros a otros más débiles que él y que cuando abre la boca es para soltar inmundicia. Algo así como Jesús Gil y Gil. Pero los costasoleños quizás pensaban que un macarra era otra cosa.
Dos de cada tres votaron al GIL en Marbella en 1991. El tercio restante intentó resistir a la barbarie. La calaña de estos gilistas se deja ver en una anécdota que contaba el combativo y brillante periodista Félix Bayón. Tras querellarse los gilistas contra él por un artículo en el que se mofaba con su afilada pluma de sus apariencias, los estómagos agradecidos de la tele y de la prensa municipal se dedicaron a hacer chistecitos vaticinando una pronta muerte debido a su quebradiza salud. Bayón moriría poco después. Escasamente con cincuenta años. Como al personaje que encarna Charles Laughton en ‘Esta tierra es mía’ no pudieron doblegarlo nunca. No fue el único pero sí único en su resistencia.
El GIL y los gilista fueron ampliando su influencia en municipios de las provincias de Cádiz (Barbate, La Línea o Tarifa) y Málaga (Manilva, Estepona o Ronda). La corrupción del PSOE y los agravios junteros en los albores de la EXPO hicieron el resto. Gracias a los gilistas, el PP se adueñó de la Diputación de Málaga. A cambio los peperos facilitaron el desembarco de Gil en la Mancomunidad de Municipios de la Costa del Sol occidental. Con ello, ni el tren del progreso ni el tren de cercanías llegaron nunca a Marbella. No ha sido la última vez que la corrupción es declarada inocente por las urnas.
Dos jueces metidos a políticos, Juan Alberto Belloch y María Teresa Fernández de la Vega, culminaron el desaguisado concediéndole desde el Ministerio felipista de Justicia un indulto a Jesús Gil y Gil para que pudiera presentarse a su segundo mandato y así acabar con todo. Es el único individuo, Jesús Gil, que yo sepa, que ha recibido indultos por delitos comunes en la dictadura franquista y en la democracia. El Estado de Derecho al pairo. Robe usted lo que quiera, si lo pillamos le damos un indulto. Bienvenido a la consentidora Costa del Sol. La Mafia, la criminalidad organizada rusa, los traficantes de armas árabes y los delincuentes británicos residiendo plácidamente al sol de Tangentópolis.
Los desaires a la ciudadanía llegaron a su culminación en televisión cuando la despechada ex-mujer del Pantojo se atrevió a decir en prime time que acumulaba puñados de billetes de dinero negro en las bolsas de basura. Y se quedó tan fresca.
Tuvo que empantanarse Jesús Gil en Ceuta y Melilla cuando aspiraba a gobernar ambas ciudades autónomas para que le parasen los pies. Aznar y Zarrías por fin se asustaron con tanta manga ancha ajena. No fuera a ser que el Tío Gilito cabrease a Marruecos y provocase otra Marcha Verde.
Hasta ese momento una total y absoluta quiebra del ordenamiento jurídico. Los jueces y políticos tuvieron su responsabilidad. Pero, ¿y la nuestra?.
Observo al Pantojo fumando en la puerta de la Ciudad de la Justicia. La gente que entra y sale lo mira con curiosidad. Tengo la sensación que alguno se queda con las ganas de acercarse a él y pedirle un autógrafo. Nadie le dice nada.
He visto en alguna ocasión en la Cafetería Aranda a la García Marcos. Cuando la gente se percata de su presencia, sale un camarero al quite y dice en voz alta que viene cada mañana a desayunar porque trabaja para el Servicio Andaluz de Salud en la Calle Córdoba. Nadie dice nada.
Y es que los malagueños somos tan hospitalarios.

Antonio Villanueva Martín
www.bienestarciudadano.blogspot.com
www.revistaelobservador.com

No hay comentarios: